Era Ruso, muy Ruso (altísimo, delgadísimo, palidísimo…), en su primer Aeropuerto en suelo español. Al sentarse a mi lado (y no detrás) me explicó con cierta dificultad léxica que era su primera vez. Había estudiado el idioma en una academia rusa.
– Espaniol difisil. Estudiar aca…demia Moscú.
– Hablas bien, bien. Tu español muy bien – yo también parecía gilipollas hablando así.
- El suelo muy bien. En Rusia el suelo mal, mal, mal – me dijo haciendo gestos de traqueteo sobre el asiento. Traducido a nuestro idioma quiso decir que las carreteras en Rusia eran una mierda.
– Suelo bueno en España.
– ¿Cómo llamar suelo aquí…? – me preguntó señalando el pavimento.
– Asfalto – dije.
– As…fal…to. As…fal…to. As…fal…to.
El Ruso se quedó pensativo, repitiendo “as…fal…to” en voz baja. Había aprendido una nueva palabra.
Al alcanzar su destino (Embajada Rusa, calle Velázquez) había un hombre esperándole. Nos apeamos y nada más sacar las maletas, mi nuevo amigo se acercó al otro y le dijo:
– As…fal…to.