– Primero recogemos a mi hija al final de Hilarión Eslava, y luego vamos a la Iglesia de San Francisco el Grande…
La mujer de vestido impecable iba de boda. Según me contó, vivía en Córdoba pero su hija estudiaba aquí, en la Complutense.
– Es su primer año en Madrid; me cuesta estar sin ella, ya sabe, no es más que una niña…
La niña estaba esperándonos en la calle, con un vestido de raso morado y moldeado de peluquería fina.
– Hola, mami…
– Muy bonito el vestido, hija pero… ¿no es demasiado escotado?.
– Mamá: tengo 19 años y unas tetas preciosas…
Entonces mis ojos, dotados de vida propia, se clavaron en el espejo retrovisor.
– Usted mire a la carretera, ¡cerdo!.