– Siga recto, por favor.
Al final de la calle…
– La calle se acaba, caballero.
– Pues ahora… a la derecha.
– Imposible. La flecha nos obliga a girar a la izquierda.
– Pues a la izquierda, es lo mismo.
Tras girar, nos detenemos en un semáforo y le pregunto:
- ¿Sabe donde vamos?
– No. A cualquier parte; es lo mismo. Acabo de romper con mi novia, y ahora soy libre; puedo ir donde quiera. Necesitaba coger un taxi para demostrarme esa libertad que ella nunca me dio. Eso es todo. Ahora a la izquierda, por favor.
– ¿Y cuánto tiempo estaremos dando vueltas?
– No sé… un CD. Eso es. Lléveme a Callao, a la FNAC. Voy a comprarme ese CD de Pearl Jam. Se lo quedó ella, ¿sabe?. ¡Que se joda!.
Al llegar a aquel destino improvisado, me pagó con un billete arrugado.
– Quédese con las vueltas. Muchas gracias.
[Nota: Al bajarse del taxi, noté sus ojos empañados]