Un director de cine cuyo rostro no supe identificar (joven, pero no demasiado; alto; moreno; de aspecto casual), tras montarse en mi taxi, comenzó a intercambiar opiniones con su asistente:
– Esos decorados se están comiendo todo el presupuesto - comenzó el asistente.
– Pensé que ya habíamos solucionado ese tema…
– ¿Y el vestuario?. ¿Qué coño pasa con el vestuario?. No tenemos a nadie que se ocupe; porque ese tío, el italiano… he visto su trabajo y no vale… al menos, para esta peli, no vale… y te recuerdo que nos hemos comprometido a cumplir el plazo: Dos semanas, David; dos semanas…
– El vestuario tan sólo es un pequeño problema – dijo el director despreocupado.
– Te equivocas, David. Es un gran problema. En estos momentos es el problema.
El director se quedó pensativo. Momentos después, con tono pausado, dijo:
- ¿Sabes para qué sirven los psicólogos?
- ¿Eso qué coño tiene que ver con el vestuario?
– Los psicólogos sirven para aislar cada uno de tus problemas. El paciente hace de un problema puntual el epicentro de su mundo, y el psicólogo le demuestra que su vida es mucho más amplia, lo que le permite aislarlo y, con ello, restarle importancia. Encontrar a la persona adecuada para el vestuario no es el problema, sino un problema. ¿Entiendes?
– Me temo que trabajamos a distinta frecuencia, David…