Tres curvas después de bajar la bandera ya nos encontrábamos manteniendo una sesuda conversación sobre el difícil arte de conducir por Madrid.
– Aprobé el examen práctico hace dos meses, y el mes pasado decidí comprar un coche de segunda mano; lo manejo bien, aunque aun no me atrevo a circular por autopista… – continuó la mujer (mediana edad, rostro cándido).
– Me alegro mucho – dije mientras me incorporaba a la M-30 -. A ver si me animo de una vez y me saco el carnet yo también…
De súbito, la mujer palideció cual proyecto de pan. Luego se abrochó el cinturón de seguridad agarrando la puerta con ambas manos.
Al advertirme el espejo de aquel comportamiento mojado en pánico, reculé (por apática cobardía) confesando:
– Es una broma. Tranquila, mujer…
…
[Taxirreflexión: las grandes ciudades están perdiendo (a una velocidad alarmante) el sentido del humor]